domingo, 5 de agosto de 2012

Chronicle (2012)



Gran debut del jovencísimo Josh Trank que, a través de una sencillísima historia en la que tres chicos unidos por la casualidad o el destino son dotados de unos poderes sobrenaturales, desgrana subtemas como la soledad, las relaciones entre adolescentes en la sociedad actual o la capacidad de transformación que ejerce sobre nosotros el sentimiento de poder.

Con dos partes bien diferenciadas, la película empieza con una primera hora más amena, fresca e incluso salpicada de toques de humor hasta llegar a un punto de inflexión donde la historia se vuelve más oscura e inquietante, en la que vemos a un protagonista consumido por el dolor... porque en realidad los poderes adquiridos no son más que una metáfora de cómo la felicidad no está donde solemos buscarla.

Andrew es un adolescente solitario que vive el doble drama de tener una madre enferma terminal y un padre alcohólico y agresivo. Él lleva el peso de una cinta que con una trama sencillísima, pero muy bien trazada, y huyendo de complicaciones argumentales, atrapa al espectador mediante una muy dinámica narración.
Se vale del ya mil veces utilizado, en el cine de terror o suspense, recurso de la cámara en mano pero combinándolo muy sabiamente con webcams, cámaras de seguridad o móviles... con lo que consigue enriquecer los puntos de enfoque, obtiene la naturalidad deseada y no se encorseta a la hora de rodar, a la vez que elimina esa incómoda sensación de monotonía que puede percibir el espectador.

Grandes aciertos tanto el condensar la historia en poco más de una hora de metraje como mantener el ágil ritmo creciente que sostine la intriga desde el primer momento.

También los efectos especiales resultan muy convincentes, sobre todo teniendo en cuenta que el presupuesto de esta opera prima es de 9 millones de €.

Les herbes folles (2009)



Curiosa cinta de Alain Resnais que convierte la más convencional de las historias en algo singular y único por medio de una poética narración que adorna lo cotidiano hasta hacerlo especial.

La cuidada puesta en escena huye de las obviedades formales para jugar constantemente tanto con la estética como con el fondo, arriesgando en cada escena.

Los protagonistas, un hombre obsesionado con una mujer y ésta misma, parecen moverse por golpes impulsivos, sin obedecer a ningún motivo racional, participando así de esa libertad creativa que invade la obra y que en algún momento nos dificulta la diferenciación entre lo real y la ensoñación, difuminando muchísimo la línea imaginaria que las separa, pero abriendo a su vez un universo de color tan misterioso como bello, donde la fotografía se convierte en protagonista por medio de pinceladas verdes, rojas y amarillas, recreando un paisaje casi onírico.

Una película extraña, pero preciosa.