jueves, 20 de marzo de 2014

Dog Pound (2010)

"Hoy ya no es suficiente luchar por objetivos justos. Hay que luchar con los métodos correctos" decía Marchioni, asumiendo una total incoherencia entre las pretensiones de la intervención social y la realidad contextual de los individuos a los que va dirigida.

Esta es la premisa de la que parte Dog Pound, que si bien no aporta novedad alguna a un género tan manoseado, sí funciona como revulsivo de cara a una reflexión sobre la principal falacia de las penas privativas de libertad: La desocialización como resultado de todo un proceso de reeducación y reinserción.

Así el director carga enérgicamente (sin poner filtro alguno a las múltiples escenas de violencia) contra toda la estructura de un subsistema que no sólo no funciona como instrumento pedagógico sino que convierte a los condenados en marginados irrecuperables, en víctimas de la dejadez administrativa, garantizando únicamente la custodia del reo e ignorando a su vez el más importante rol de la justicia penal juvenil: el resocializador.  

El resultado es una cinta dura, llena de sadismo y desesperanza, intensa y directa, que gestiona muy bien los recursos dramáticos, pero que carece de profundidad en su análisis a pesar de conducir de manera clara su mensaje. Muy ambiciosa en sus pretensiones pero bastante modesta en su ejecución.

lunes, 17 de marzo de 2014

My son, my son, what have ye done?

Brad McCallum, joven treinteañero mentalmente perturbado que muestra una actitud extravagante a su regreso de un viaje a Perú, da muerte a su dominante madre y asegura guardar a dos rehenes cuando la policía inicia una peculiar negociación personándose en una escena del crimen que, a ratos, parece confundirse con el escenario donde el protagonista ensayaba una tragedia griega que le obsesiona.

 Narrada a 3 voces y con un fluido discurso constantemente quebrado por saltos temporales, "My son, my son, what have ye done" construye un viaje surrealista a la mente de un excéntrico asesino; cargado de símbolos y referencias mitológicas, a su vez envueltas en un marcadísimo humor negro que satiriza situaciones, diálogos y personajes sin por ello sacrificar el fondo trágico de esta arriesgada "adaptación" de un suceso real.

 El curioso estilo narrativo, la estupenda dirección artística y un guión que no necesita de vertiginosos giros para despertar la atención del espectador son las claves de una obra hipnótica que parece reflexionar sobre lo inevitable de lo predecible.

En un mundo mejor (2010)

Con pulso firme y apoyada en un guión desbordante de intensa carga emocional, Bier elabora un excelente trabajo de realización, combinando el estatismo más gélido de algunas escenas, con el realismo desnudo que siempre imprime la cámara en mano.

Espectacular la fotografía, recreándose en paisajes y texturas... y muy acertada la fluida narración, tan tensa como adoctrinadora al utilizar como vehículo de expresión los diferentes conflictos morales de los distintos protagonistas:
La violencia escolar de las primeras escenas, que nos habla de la agresividad como instinto de supervivencia, aprendido desde nuestros primeros años de vida, llegando a disfrutar con el dolor ajeno.
Los factores sociales o económicos que condicionan esa interiorización de la violencia, también aparecen plasmados gracias a esa doble mirada de Anton, repartida entre el Primer Mundo y el Tercero.
 La violencia psicológica, capaz de influir en el otro hasta el punto de conseguir que haga algo que a priori rechaza (Christian y Elias)  ...y con todo esto, la mirada de la directora es cauta.

No habla de individuos violentos, sino de conductas agresivas, y pone sobre la mesa la gran herramienta con la que combatirlas: la Educación. Una educación basada en el diálogo, la comprensión, la tolerancia, el afecto y la empatía; y que en la película aparece personificada en ese padre equilibrado que nos da una excelente lección de inteligencia emocional.
Subyace, entretanto, una crítica a un sistema educativo que parece mirar a otro lado.

Her (2013)

De apariencia sencilla y amable, Her se plantea, en un principio, como una entrañable mirada acerca del devenir de las relaciones humanas en un mundo cada vez más impersonal. Una profunda reflexión sobre como el amor es una necesidad natural, absolutamente atemporal, y de como el desamor es parte fundamental de todo el proceso de enamoramiento.

   Se vale para ello de un guión escrito en clave de comedia conmovedora y bocetado en un futuro más que probable, reconocible cuanto menos, en el que las relaciones personales están marcadas por gélidas distancias (Theodore trabaja escribiendo el correo privado de desconocidos)... guión que encuentra su mejor apoyo en una dirección artística sobresaliente y en la melancólica actuación de un Joaquin Phoenix que consigue difuminar los límites que separan lo real de lo artificial, convencernos de que el amor puede adoptar tantas formas diferentes como corazones solitarios haya y arrastrarnos con su dolor en el inevitable final

Days of heaven

"Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aún en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes" Lc 12,13-21

Chicago, finales del s.XIX. El joven e impulsivo Bill huye de su puesto de trabajo tras una acalorada disputa con el capataz de su fábrica, refugiándose en las abiertas praderas de cereal, donde será contratado como jornalero.

Las reflexiones en off de la pequeña Linda, convertida en narradora ocasional, nos acercarán al triángulo amoroso protagonizado por su hermano, la novia de éste y el propietario de la explotación... un juego perverso que nace de la ambición del protagonista y de su desesperado intento de escapar de esa miserable existencia a la que parece condenado.

Dueña de una delicada fotografía, que tiñe de ocres y sepias las caídas de sol, la imagen se convierte en majestuosa protagonista al servicio de ese carácter contemplativo que caracteriza al cine de Malick. Un cine cargado de poesía que se acerca al espectador como una caricia, dejando que la melancolía se apodere de cada plano, que la luz descomponga las imágenes hasta resignificarlas y que la cámara construya el relato a partir de un potentísimo código no lingüístico.

 
Para mí un merecido 9.

My life as a dog (1985)

-"Podría haber sido peor"- repite Ingemar constantemente, casi como un mantra, cuando los dolorosos recuerdos le impiden avanzar... podría haberse perdido todas esas tardes de confidencias con el afable Gunnar en un improvisado refugio de verano "construido para disfrutar", podría no haber conocido la cálida mirada de la siempre amable Ulla, podría haber tenido un despertar sexual menos generoso si no hubiese sido de la mano de la encantadora Berit e incluso podría haberse perdido ese entrañable primer amor con el que se inicia en la madurez afectiva.

 Podría haber sido peor. Siempre puede ser peor. Menudo consuelo.

Pero también podría haber sido infinitamente mejor si el diagnóstico terminal de su madre no hubiese condicionado su infancia, separándole de su hermano y de Sickan, si no hubiera crecido sabiéndose abandonado por su padre y si la tragedia no le hubiese obligado a empezar de cero cuando apenas estaba descubriendo la vida.

 My life as a dog es un conmovedor relato sobre la búsqueda del equilibrio a través de la más inocente de las miradas, un cuento tristísimo que nos da una lección impagable de inteligencia emocional... pero también una inyección de optimismo y esperanza.