viernes, 7 de noviembre de 2014

Elena (2011)

Bajo la apariencia de un negrísimo drama familiar con tintes del thriller más intenso, se esconde una densa reflexión sobre la naturaleza del comportamiento humano y sobre la esencia del hombre como resultado de todo un proceso histórico… una tragedia intimista que presenta a sus personajes como víctimas de unas circunstancias muy concretas (la Rusia postcomunista), de un modelo de organización social basado en la falta de equidad, de unos rasgos culturales/religiosos característicos… pero también como verdugos desalmados, inmorales, despiadados y egoístas que disfrazan la codicia de necesidad, o como negligentes cómplices de esa indigencia intelectual que les mantiene en un constante estado de desidia.




Elena –la obra- evita emitir juicio alguno y rehúsa posicionarse, abordando la narración desde el más objetivo de los enfoques, lo que se traduce en una dirección fría, distante, casi áspera… pero minuciosamente detallista en el cuidado de la escena, en las hieráticas interpretaciones de sus protagonistas, en la –paulatinamente- asfixiante ambientación y en el pausado (pero fluido) ritmo cinematográfico. El resultado es una cinta perturbadora, llena de violentos silencios y conclusiones pesimistas; un profundo análisis sobre la decadencia de los valores éticos, que cuestiona la posibilidad de un futuro exponiendo un presente absolutamente desalentador.





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