"Hoy ya no es suficiente luchar por objetivos justos. Hay que luchar con los métodos correctos" decía Marchioni, asumiendo una total incoherencia entre las pretensiones de la intervención social y la realidad contextual de los individuos a los que va dirigida.
Esta es la premisa de la que parte Dog Pound, que si bien no aporta novedad alguna a un género tan manoseado, sí funciona como revulsivo de cara a una reflexión sobre la principal falacia de las penas privativas de libertad: La desocialización como resultado de todo un proceso de reeducación y reinserción.
Así el director carga enérgicamente (sin poner filtro alguno a las múltiples escenas de violencia) contra toda la estructura de un subsistema que no sólo no funciona como instrumento pedagógico sino que convierte a los condenados en marginados irrecuperables, en víctimas de la dejadez administrativa, garantizando únicamente la custodia del reo e ignorando a su vez el más importante rol de la justicia penal juvenil: el resocializador.
El resultado es una cinta dura, llena de sadismo y desesperanza, intensa y directa, que gestiona muy bien los recursos dramáticos, pero que carece de profundidad en su análisis a pesar de conducir de manera clara su mensaje. Muy ambiciosa en sus pretensiones pero bastante modesta en su ejecución.
No hay comentarios:
Publicar un comentario