sábado, 29 de diciembre de 2012

Le gamin au vèlo (2011)


El pequeño Cyril emprende un camino frenético y sin rumbo claro, con la sana intención de recuperar a un padre indiferente que le repudia. Pero sucede que en el duro trayecto aparece Samantha, para devolverle la esperanza a quien lo ha perdido todo demasiado pronto, sin la más mínima oportunidad de pelear.
Él es impulsivo y contradictorio, fruto de un desarraigo y de un abandono emocional imposible de asimilar, mientras que ella simboliza la pureza de sentimientos y la generosidad afectiva.

La perfecta presentación de los personajes, basada en la naturalidad del guión y en una sutil dirección, que evita caer en obviedades o discursos fáciles, convierte a la película en una fábula maravillosa, donde la serenidad, la dulzura y la calidez humana ganan la batalla a la rebeldía y agresividad, provocadas por las injusticias sociales que convierten en víctima innecesaria siempre al más débil.

Así, lo que podría ser una historia dramática, se aleja del tono trágico para hablarnos del perdón como motor necesario de esperanza final y de la lealtad y verdad como pilares fundamentales del amor... todo ello sin caer en las fáciles contradicciones de quien pretende realismo (con una cámara en mano que busca desnudar la escena de la manera más natural posible) pero que confía plenamente en la posibilidad de un final feliz para aquellos que lo buscan de manera infatigable.

Planos directos, cortos, esclarecedores e incluso punzantes en algunos momentos, se combinan con una fotografía espléndida.
La actuación casi perfecta de Thomas Doret como el adolescente protagonista transmite contención y sinceridad a un personaje que podría muy fácilmente caer en el exceso.
La escogidísma música, con un "Emperador" de Beethoven, que suena en diferentes momentos de la cinta, está perfectamente dosificada, dejando paso a un estudio del sonido importantísimo, que en algunas escenas se convierte en protagonista.

Brillantes algunas escenas... muchas. Me quedo con la cocina de ese restaurante donde el padre muestra un total desapego con su hijo y una cobardía extrema al apartarle de su vida sin contemplaciones; y con una frase previa a ese momento, donde Samantha le dice al niño, temerosa de lo que vaya a suceder: "No te pongas mal si sueñas con algo que después no sale como esperas" y Cyril responde frío: "Yo no sueño

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